Editorial
¿Cuál es el fin de la medicina?
MartÃÂn R Arceluz
Revista del Consejo Argentino de Residentes de CardiologÃÂa 2013;(120): 0137-0137
Los autores declaran no poseer conflictos de intereses.
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Recibido | Aceptado | Publicado 2013-08-30
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La medicina es una de las disciplinas más antiguas de la humanidad y la concepción de su significado ha ido variando a lo largo de la historia. Los orígenes de la concepción occidental pueden remontarse al Antiguo Egipto, donde los pobladores del Nilo utilizaban métodos similares a los modernos, como era el caso del control de la fertilidad. Sin embargo, su visión mágico-religiosa no les permitió indagar sobre las causales de las enfermedades. Por el contrario, la civilización helénica, a partir de la herencia babilónica y egipcia, estableció las bases para sistematizar el conocimiento adquirido. Por su parte, Empédocles en el siglo V a.C., complementa la teoría de los cuatro elementos esenciales del universo (agua, fuego, aire y tierra) con la Teoría de los Humores en el organismo humano.
Con el transcurrir del tiempo, Descartes inaugurará el período histórico conocido como Renacimiento con su célebre frase “...Pienso, luego existo...”, introduciendo al mundo una visión mecanicista y técnica, sentando las bases para el posterior desarrollo capitalista del siglo XVIII. En el área de la medicina se pregonará la unión entre cuerpo y alma como una unidad indivisible.
No será sino hasta el siglo XX en que esta disciplina adquiere su mayor desarrollo. Los avances logrados en los últimos 50 años han permitido prolongar la vida y, entre ellos, podemos mencionar: la terapia de sustitución renal, la asistencia respiratoria mecánica, los marcapasos y desfibriladores. Los elementos antes indicados, junto con la mejora en las condiciones de vida de ciertos sectores de la sociedad, sumado al mejor conocimiento de la fisiopatología de las enfermedades, entre otras cosas, han permitido que se produzca aquello que se denomina “transición epidemiológica” hacia las llamadas enfermedades “no trasmisibles”, entre ellas las cardiovasculares, principalmente.
Sin embargo, inmersos en la vorágine laboral diaria, los médicos –y la sociedad en general– ¿nos hemos detenido para preguntarnos acerca de las cuestiones trascendentales en relación a la medicina que queremos? En el tiempo habrán quedado preguntas tales como: ¿es la medicina ciencia o arte?, ¿cuál es el fin (último/objetivo) de la Medicina? Para despejar algunas incógnitas deberíamos plantear algo básico: la Medicina es una ciencia social, su objeto de estudio es el ser humano, no es una ciencia exacta donde todo deba ser necesariamente medido o cuantificado. Tampoco es una ciencia económica, cuyos conceptos centrales son dinero, costos, impactos, etc., puesto que la vida de las personas difícilmente tenga precio.
Para avanzar en lo planteado, entonces, tendríamos que primero respondernos: ¿es el fin de la medicina el curar a los enfermos? Creo, indudablemente, que no. Si transmitimos a la sociedad la noción de que el fin de la medicina es curar a los “enfermos” –palabra que debería ser objeto de debate– y, por ende, el de los médicos como “guardianes” de esa responsabilidad, no estaríamos siendo del todo leales a la verdad. Ahora bien, ¿qué origina este planteo?: curar proviene del latín curare, que significa sanar. De acuerdo con la tradición judeo-cristiana, el único que ha tenido la capacidad para curar ha sido Jesucristo –parábola de Lázaro–. Incluso entre los que somos no creyentes nadie puede atribuirse la capacidad de “curar”. En todo caso, el término hace referencia, más exactamente al sentido de “sanar” como alivio de dolencias tanto humanas como físicas. Los médicos podemos “sanar” a través de la sonrisa, la caricia, la palabra, la mirada, el oído, en definitiva el cariño y la atención. En relación con esto, ¿podemos afirmar que un paciente que padece diabetes o hipertensión arterial se va a curar por proporcionarle una medicación? Los profesionales de la salud, salvo excepciones, solo somos meros espectadores de la evolución de las enfermedades; podemos intervenir, pero nuestra acción es limitada y en la mayoría de los casos no cambia el curso biológico.
De esta manera es posible esclarecer, al menos en parte, aquello que hasta este momento parecía un entramado complejo de preguntas. El fin de la medicina es, en conclusión, prevenir el desarrollo de las enfermedades a través de la promoción de salud, pero, en caso de que sea inevitable el surgimiento de dichas enfermedades, el fin de la medicina es, en última instancia, aliviar las dolencias y el sufrimiento, es decir, mejorar la calidad de vida. De acuerdo con la actual, aunque imperfecta, definición de salud, pero la única aceptada mundialmente por la sociedad occidental, cuando el equilibrio bio-psico-social se rompe, los médicos solemos creer que podemos reestablecerlo. Pero, en este caso, ¿tenemos en cuenta los dolores humanos, las condiciones inadecuadas de vida, la pobreza, el analfabetismo, la desnutrición infantil? A priori, uno podría preguntarse cuál es la relación entre esto último y la salud. Este debería ser el centro de la discusión: qué sistema de salud queremos y, por consiguiente, qué relación médico-paciente queremos. Solo una vez adquirida esta noción amplia e inclusiva, podremos reflexionar como residentes de Cardiología acerca de cuál es fin de la medicina.
Martín R. Arceluz
Residencia de Cardiología. Sanatorio San Gerónimo, Santa Fe
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